sábado, 29 de agosto de 2009

Una reflexión sobre la Ley de Medios (por Ailín Kessel)

Compañeros, amigos, comparto una reflexión.

Hoy, mientras escuchaba a la Presidenta de la Nación anunciar el envío al Congreso del proyecto de una Ley de Medios de la democracia, se me cruzó por la cabeza un informe de la UNESCO que habla sobre medios y democracia.

El informe del que les hablo se empieza a gestar en 1973, en la Cumbre de Países no Alineados, cuando allí se denunció por primera vez la idea del “colonialismo informativo”. El problema era sencillo: ya para ese entonces, el 90% del flujo de información que llegaba a Latinoamérica provenía de 4 grandes trasnacionales ubicadas en Nueva York, Londres y París. Al concepto de libre flujo de información (que más se parecía a la libertad de empresa que la libertad de prensa) comenzaba a oponerse, desde los países no alineados, la idea de un flujo informativo “libre y equilibrado”. En respuesta, la UNESCO creó en 1976 una comisión para investigar y discutir la cuestión de las comunicaciones, planteando la información como un bien social y no como una mercancía.

En 1980 se discutiría en la Comisión General de la UNESCO el “Informe MacBride”, resultado del trabajo de esa comisión, que planteaba, entre otras cosas: “La reivindicación de una democratización de la comunicación tiene múltiples connotaciones, muchas más de las que se suele creer. Comprende evidentemente el suministro de medios más numerosos y más variados a un mayor número de personas, pero no puede reducirse simplemente a unos aspectos cuantitativos y a un suplemento material. Implica un acceso mayor del público a los medios de comunicación existentes; pero el acceso no es sino uno de los aspectos de la democratización. Significa también unas posibilidades mayores –para las naciones, para las fuerzas políticas, las comunidades culturales, las entidades económicas y los grupos sociales- de intercambiar informaciones en un mayor plano de igualdad, sin una dominación de los elementos más débiles y sin discriminación contra nadie. En otras palabras, implica un cambio de perspectiva.”

El objetivo final del informe era proponer un nuevo orden de comunicación, que garantizara el desarrollo humano. Sin embargo, quedó en la nada. Quienes estudiamos comunicación solemos leer este informe en artículos titulados “Recuerdo de lo que no fue”, “A x cantidad de años del Informe que no fue”, “La propuesta que el Primer Mundo se negó a aceptar”, etc.

Hoy, mientras escuchaba a la Presidenta hablar sobre la democratización de los medios, sobre la información como un bien social, como un derecho que debe estar garantizado por la ley, sobre la derogación de una ley de radiodifusión basada en la doctrina de la Seguridad Nacional, creada para callar voces, y no para darles la oportunidad de la expresión, no pude evitar sentir un inmenso orgullo.

Orgullo por ser parte de un pueblo que discutió durante 6 meses un excelente proyecto de ley, para mejorarlo, para enriquecerlo. Orgullo por apoyar un gobierno que elabora una ley que nos da voz, una ley para que hablemos todos. Orgullo por apoyar un gobierno que, comprendiendo la profunda relación entre democracia, medios, acceso a la información y libre expresión, se anima a cambiar la perspectiva. Orgullo de haber escuchado a mi presidenta, y al escucharla, recordar el nombre bellísimo de ese informe que hace casi 30 años ya afirmaba “Un solo mundo, voces múltiples.”

Empecemos por casa: un solo país, voces múltiples.

No hay comentarios:

Publicar un comentario