domingo, 30 de agosto de 2009

Algo más que pan y circo (por Juan D`Eramo)

Durante este mes de agosto, el gobierno de Cristina Fernández ha recuperado iniciativas y espacios políticos que parecían perdidos por tiempo, si no largo, por lo menos indeterminado, luego de las alicaídas elecciones del 28 de junio y el triunfalismo mediático de la derecha. A partir de la sacudida dada Clarín con el golpe que significó el nuevo contrato de la AFA con el Estado para la televisación abierta y gratuita del fútbol profesional de primera división, y de la bajada de pulgar que representó para los ruralistas la sanción legislativa de las facultades extraordinarias delegadas al gobierno nacional, se reabrió el debate sobre el lugar del Estado en la sociedad y el mercado.

Ambas medidas son tomadas en un momento clave de la pugna política actual entre el gobierno K y el bloque oligárquico-mediático, en torno al papel regulador del Estado. Con la pérdida de bancas en el Congreso, el fracaso de la mesa de diálogo propuesta por el gobierno nacional para llegar a acuerdos con la oposición, y la constante agresividad de los medios de comunicación, los sectores liberales consideraron terminada una fase negativa para su enriquecimiento indiscriminado y sus relaciones carnales con los países centrales. Creyeron que cosecharían fácilmente las ideas de autoritarismo e ineficacia gubernamental plantadas en la tierra fértil de la opinión pública durante el conflicto del campo en 2008, las cuales habrían acelerado su germinación durante la crisis financiera mundial de este año. Pero, por suerte, los propietarios no están cosechando lo que esperaban.

Frente a la política kirchnerista de estos últimos 6 años, de fortalecimiento de los mecanismos estatales para el control y equilibrio del mercado y de desarrollo de la política pública en busca del bienestar social, estos sectores retardatarios han querido reflotar convenientemente las visiones del Estado chico y terciarizador, gestor de buenos negocios privados, protector de las finanzas libres y difusor de la economía concentrada en cualquier lugar menos en el Estado y el pueblo.

Esta visión es la que ha prevalecido durante los ’90, contrarrestada en tiempos recientes por el kirchnerismo pero que hoy los medios vuelven a instalar subrepticiamente en la opinión pública. En estos días es común escuchar el eco de análisis y juicios extraídos de la biblia cívica del ciudadano porteño gorila, escrita desde el ’55 y constantemente renovada por los intelectuales de la derecha golpista y liberal, la cual pregona la ineficacia del Estado para manejar y/o dirigir los fondos de cualquier empresa pública, divulgando la idea del buen negociante particular que exporta sin importar, que gana mucho gastando poco e invirtiendo menos. Su dios y su fe, el mercado internacional obviamente, siempre mejor que el terrenal mercado doméstico. Sus demonios, el pueblo organizado, el pensamiento nacional, el proteccionismo, en una palabra, el innombrable peronismo. A pesar de las opiniones de mayor o menor complejidad religiosa al respecto, esta es la plataforma ideológica, el telón de fondo que tiñe cualquier posición contra el Estado regulador. Es esta base la que los medios, ocultamente, utilizan en sus críticas a la supuesta desinteligencia e inoperancia del aparato estatal en cuestiones de obra pública, servicios y hasta seguridad, la que los ruralistas utilizan para achacar cualquier intento de intervención estatal que, fuera de la política de subsidios que exigen constantemente, regule la comercialización de los productos agrarios.

Es frente a esta postura que sale el gobierno a tomar cartas ganadoras. Cuando parecía que los discursos construidos por los Kirchner perdían fuerza ante los atropellos de la des-información mediática y los tractores del campo, se sacan en una semana dos medidas que congelan a los opositores y replantean el debate en nuevos términos, ya no sólo discursivos sino también concretos.

Con la “expropiación de la televisación del fútbol” el gobierno logra un doble objetivo: primero, romper con el mayor negocio mediático de la Argentina, retenido monopólicamente por una sola empresa, Torneos y Competencias, abriendo nuevos horizontes de gestión y organización que todavía están en desarrollo pero permiten hacerse ilusiones con la televisación pública del deporte; y segundo, le da un golpe político al grupo Clarín que le cuesta, además del 60% de sus ingresos, una pérdida de posicionamiento en el plano discursivo, ya que al identificarse como el gran defensor de la libertad de información y comunicación, no tiene como criticar una medida popular sin dejar al descubierto su interés monopólico frente a la sociedad.

Prácticamente al mismo tiempo, la aprobación de las facultades extraordinarias en el Congreso le dio aire al gobierno para seguir definiendo el Estado que se quiere construir, cuya función principal se pretende que sea el logro del bienestar del pueblo en base a la igualdad de oportunidades, la redistribución de la riqueza, y el estímulo al empleo. Con la posibilidad de tomar decisiones de forma discrecional, el gobierno renueva una herramienta fundamental para fijar límites al poder económico parasitario de la Argentina. En este sentido, redirigir el monto y el curso de las retenciones como parte de las facultades delegadas, se vuelve primordial para poder devolver en educación, salud, cultura, infraestructura, etc., algo de lo que cada ciudadano aporta diariamente con su esfuerzo y trabajo en el lugar que sea. No para ir en detrimento de los sectores propietarios ya de por sí favorecidos enormemente por el sistema rentístico y el tipo de cambio mantenido por el Estado, sino en beneficio de la sociedad entera como colectivo nacional.

En tanto medidas que avanzan hacia puntos diferentes, lo que debemos visualizar bien es la raíz común de la que parten ambas: la recuperación para la sociedad de bienes, el fútbol en el plano simbólico y el producto extraordinario de nuestra tierra en el plano económico -a partir de las facultades delegadas al gobierno nacional-, que empresas o particulares concentraban y usufructuaban indiscriminadamente, a costa de los derechos de todos los argentinos de disfrutar de ambos. La simpleza de esta básica y fundamental consigna no debe imposibilitar ver la espectacularidad real que reviste esta reapropiación de bienes para nuestro país y el robustecimiento del Estado como mecanismo regulador y equilibrador en el plano social y económico.

Es tan fenomenal el impacto de estas medidas, que los grupos sociales y económicos que se ven afectados por éstas han llegado a comparar las acciones llevadas a cabo por el gobierno nacional con la política de “pan y circo” de los emperadores romanos. A través de sus lacayos intelectuales, explican como Cristina y Néstor, en su afán de poder personal, le dan fútbol gratis al llano y redistribuyen rentas ajenas en despilfarradoras políticas de desarrollo social para ganarse la simpatía del pueblo y regenerar lazos clientelares, tal como hizo Julio César para acomodarse en el poder a fines del siglo I A.C, ganándose a ese populacho ignorante pero mayoritario de la Roma antigua, con gladiadores en el Coliseo y reparto gratuito de granos. Les falta decir solamente cuál es el Coliseo local, si la Bombonera o el Monumental. Comparaciones falaces e infamias tales se pueden escuchar en la televisión de hoy o peor aún, en una clase universitaria –donde se supone que queda algo de criterio para emitir opiniones, ¿o no?-. Esta impresentable comparación histórica, que tomamos como ejemplo entre otras tantas formas de descalificación, tiene como fin distorsionar los actores en pugna y los intereses comprometidos en ella, denostando al gobierno a partir de la supuesta demagogia implementada para ganar apoyo político en la sociedad. No obstante, lo que realmente hace es denigrar a esa misma sociedad de la que los dueños de la tierra quieren ser representantes sin ponerse del lado de los que la trabajan, denigrando también a todos aquellos que creemos que vale la pena trabajar por la felicidad del pueblo con un Estado al servicio de ese principio. Para no caer en la trampa de la derecha, cuyas críticas soberbias buscan en última instancia rebatir el debate sobre el papel del Estado, no debemos cegarnos ante todas las dificultades que se avecinan para la organización y optimización de los dos proyectos, ya que sólo con éxitos concretos y transparentes descartaremos estas opiniones de poca utilidad pero de fácil consumo.

Mientras tanto, ante estos ataques provenientes del antiperonismo profundo de las clases acomodadas argentinas, el retruco verdadero al “pan y circo” pasa por lograr el apoyo masivo de la sociedad, convenciendo a cada persona, a cada amigo y conocido, de la importancia de estas medidas trascendentales para la vida política de nuestro país. Debemos explicar que es algo más que fútbol gratis y poderes para cobrar impuestos, que con estas acciones fortaleceremos la joven democracia argentina, dando un paso más en el proceso de emancipación popular que han retomado en la última década los gobiernos de Néstor y Cristina. Porque, por esta vía, conseguiremos retomar la confianza perdida por algunos sectores de la sociedad y revertir el panorama negativo de la misma manera que a fines del 2008, cuando luego de las tribulaciones de la conciencia radical de Cobos y su consecuente voto no positivo, se nacionalizara Aerolíneas y se fuera por la estatización de los fondos de las AFJP.

Porque, sobre todo, estas medidas son la punta de lanza para avanzar en el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la lucha mayor y principal hoy en día, cuya sanción abriría un nuevo esquema de distribución, acceso y construcción de la información a partir de la participación de las voces ignoradas por los intereses comerciales privados.

Con este nuevo proceso abierto, estamos demostrando una vez más que la lucha por lo público, por lo nacional y por lo popular no acaba con la aparición de las nuevas caripelas de la derecha y su discurso de excomunión hacia el pasado neoliberal del que son hijos y admiradores. Otra vez, demostramos nuestra vida y vigencia política más allá de las difamaciones de los medios concentrados, hacemos bandera de nuestra lealtad a las convicciones que nos hicieron militantes del y para el pueblo. Y en este esfuerzo que implicará difundir y apoyar la sanción de la nueva ley de medios, demostraremos que aunque quieran asomar cabeza, nosotros frenaremos a los vendedores de sueños y especuladores de la dignidad, defendiendo lo conseguido y avanzando en la construcción de una democracia plena en la que todos estemos contemplados en igualdad de condiciones para poder acceder a vías de comunicación masiva en las cuales el pueblo tenga verdadera libertad de expresión.

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